Últimamente, gracias a que mis hijos ya son prácticamente autónomos, he podido recuperar aspectos del slow life, como no mover el coche en todo el día e ir andando a todos lados, aunque estén en el otro extremo de la ciudad.
Disfruto mucho de esos paseos: me vienen bien a nivel físico, mental y energético. A veces voy disfrutando de la compañía (mi mujer o alguno de mis retoños), y otras aprovecho para escuchar música o mis podcasts favoritos.
Esto no sustituye mis rutinas de entrenamiento (a ciertas edades hay que cuidarse más que nunca), pero es el complemento perfecto. Al final del día suelo sumar más de 15 km caminando o corriendo.
¿Y por qué lo cuento? Porque el sedentarismo es un mal silencioso que nos va apagando sin que nos demos cuenta. ¡Muévete más, tu cuerpo (y tu mente) te lo agradecerán!